«Como a medianoche, Pablo y Silas oraban y cantaban himnos a Dios, y los presos los escuchaban» (Hechos 16:25, NBLA)

Pablo y Silas arribaron a la ciudad de Filipos en la provincia de Macedonia, e inmediatamente iniciaron la obra misionera.  En aquel lugar Dios abrió el corazón de Lidia, una mujer comerciante de purpura, para que recibiera el mensaje de salvación, y también, liberaron a una esclava que estaba poseída por un espíritu de adivinación.

Los habitantes, en lugar de ser receptivos, se alborotaron y acusaron ante las autoridades a Pablo y Silas de ser problemáticos.

¿El resultado?

«Después de darles MUCHOS AZOTES, los echaron en la CÁRCEL, ordenando al carcelero que los guardara con seguridad; el cual, habiendo recibido esa orden, los echó en el CALABOZO INTERIOR y les aseguró los pies en el CEPO» (Hechos 16:23-24, énfasis añadido, NBLA)

Bajo la ley judía, los culpables debían recibir “cuarenta azotes menos uno” (2 Cor. 11:24), sin embargo, de acuerdo con la ley romana la decisión recaía la autoridad y los azotes debían infligirse sobre el cuerpo desnudo (espalda). Según los estudiosos las “varas” que utilizaban podrían ser un objeto bastante sólido que ocasionaba dolor, daño muscular significativo con hematomas y hemorragias.

Pablo y Silas, después de haber sido azotados severamente, fueron encarcelados en el calabozo interior, con los pies bien sujetos con cepos; un instrumento romano de tortura con más de dos agujeros que separaban las piernas y obligaban al prisionero a sentarse en posturas antinaturales que pronto se volvía intolerablemente dolorosa.

Según el comentarista A.T. Robertson, las cárceles públicas romanas tenían un vestíbulo y una prisión exterior, y detrás de ésta la prisión interior (o calabozo), una verdadera mazmorra sin luz ni aire, salvo el que entraba por la puerta cuando estaba abierta. Las posibilidades de fuga eran casi nulas.

Después de leer y, releer, todo esto ¿Cuál hubiera sido nuestra respuesta si hubiéramos estado en el lugar de Pablo y Silas?

Prefiero no responder.. pero si quiero pedir perdón a Dios, porque, aunque por Su gracia y misericordia no he pasado por nada semejante, en lugar de orar y cantar himnos a Dios como Pablo y Silas cuando los problemas surgen, escojo el lamento, tropiezo con el temor y me hundo en la duda.

1.Orar y cantar himnos a Dios en medio de la prueba no es una respuesta automática requiere de una intención deliberada

Ciertamente, no hay nada malo en sentir dolor mientras atravesamos el fuego de la aflicción, no seremos “más espirituales” si negamos esos sentimientos, no obstante, son las necesidades más profundas las que nos deben de llevar de rodillas ante el trono de gracia para ser sostenidas por Sus promesas y Su Espíritu.

Es la voluntad de Dios dar gracias en toda situación (1 Tesalonicenses 5:18), y aún cuando nuestra carne quiera hacer lo contrario, debemos tener presente que: «..esta aflicción leve y pasajera nos produce un eterno peso de gloria que sobrepasa toda comparación» (2 Corintios 4:17, NBLA)

2.Orar y cantar himnos a Dios en medio de la prueba requiere que recordemos que el dolor no elimina el gran amor de Dios por nosotras

Tanto fue el amor de Dios Padre, que envío a Su Único Hijo a este mundo a pagar la inmensa deuda del pecado que nunca cometió y a morir una muerte que nunca mereció. No tomó en cuenta nuestra depravación ni nuestra rebeldía, sino que nos limpió y nos vistió de Su justicia. ¿Acaso no es la mayor demostración de amor? Un amor que es eterno y que no cambia con la presencia o ausencia de las pruebas.

«Para él, el sufrimiento no es un indicador de que Dios no nos ama. Al contrario, como demostrará al final de Romanos 8, ni la tribulación, ni la angustia, ni la persecución, ni el hambre, ni la desnudez, ni el peligro, ni la espada pueden separarnos del gran amor de Dios. Mantén tu atención en el amor de Dios y podrás regocijarte en las pruebas» S. Cole

3.Orar y cantar himnos a Dios en medio de la prueba requiere que nos enfoquemos en un propósito mayor para un bien mayor

«Pablo y Silas probablemente usaron porciones de los Salmos con brotes ocasionales de alabanza genuina. Pablo y Silas eran claramente hombres saturados de la Palabra, llenos del Espíritu (controlados), porque su respuesta es totalmente antinatural y completamente sobrenatural como subrayan los pasajes en Colosenses 3:16 y Efesios 5:18-20» A.T. Robertson

Pablo y Silas ya no vivían para si mismos sino para Aquel que murió y resucitó por ellos (2 Corintios 5:15) y eso implicaba quitar la mirada de las circunstancias y ponerlas en Aquel que usa “a todos y todo” con un buen propósito.

No solo el resto de los presos los escucharon, al final de este relato el carcelero y su familia fueron salvos luego de recibir, creer y confiar en la Palabra de Dios.

Tal vez esto es lo que significa “sufrir por el evangelio” para que la gente que nos rodea sea alcanzada por ese mismo Dios que un día nos llamó de las tinieblas a Su luz admirable. Esto es lo que el mundo necesita ver, nuestro testimonio por Cristo y nuestra perseverancia por la causa de Cristo.

Amiga, la tentación de ceder a la ansiedad, preocupación y desesperanza siempre van a estar presentes, por lo que es imprescindible traer a memoria que el sufrimiento y la espera tiene un tiempo límite, pero los resultados son eternos, innumerables y sobrepasan nuestra mente limitada. El mismo Espíritu que guio a Pablo y Silas a descansar en la soberanía de Dios mientras oraban y alaban es el mismo Espíritu que habita en nosotras. Si estás en «un calabozo» hoy ora y alaba, Él es digno… siempre lo es.

 

 

 

Oremos:

Querido Padre, hoy reconocemos que hemos permitido que las circunstancias nublen nuestra vista y hemos perdido nuestro enfoque que debería estar en Tu persona. Ayúdanos a mirar la cruz y recordar la tumba vacío ya que eso es suficiente para rebosar de gratitud y esperanza. En el nombre de Jesús. Amén. 

 

 

Versículo para meditar:

Romanos 5:5 Y la esperanza no desilusiona, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo que nos fue dado.(NBLA)

 

Para reflexionar:

Si nos sentimos deprimidas y agotadas en nuestras pruebas, ¿debemos aceptarlo o luchar contra ello? ¿Cómo podemos combatir con esas emociones?

Nos encantaría que compartieras tus pensamientos en los comentarios.