“Y dijo: Déjame, porque raya el alba. Y Jacob le respondió: No te dejaré, si no me bendices”

Génesis 32:26 (RVR1960)

¿Por qué Dios tarda más en responder mis oraciones que las del resto de personas? ¿Será que pido por cosas erradas? Típicas preguntas que bombardean mi mente cuando sigo de espectadora y no de “protagonista”.

“Espera el tiempo de Dios”, es siempre la respuesta de quiénes oran por mí. Pero los años pasan, ¿no? Y reconozco que no me he quedado quieta, sino que he tratado de “encontrar” esas piezas ausentes del rompecabezas de mi vida.

Intento tras intento, algunos disfrazados de asuntos espirituales, todo por alcanzar lo que creí que debía tener o llegar donde creí que debía estar porque el resto lo hizo, ¿no?

Pero las preguntas de esa prédica me confrontaron: «¿No has actuado como Jacob? ¿Luchando para hacer que las cosas sucedan?»

I. El Jacob autosuficiente que no confiaba en Dios

Aunque Dios había determinado que Jacob dominaría a su hermano mayor, Jacob confío en su capacidad y astucia para conseguir la primogenitura de Esaú (Génesis 25:23, 27-34) y recurrió al engaño para recibir la bendición de su padre Isaac (Génesis 27).

Aunque Dios prosperó a Jacob a pesar de las trampas de su suegro Labán (Génesis 30:25-43), Jacob huyó de él usando, una vez más, el engaño (Génesis 31:20).

Aunque Dios prometió a Jacob Su presencia en el retorno a la tierra de sus padres (Génesis 31:3) y salieron a su encuentro ángeles (Génesis 32:1), Jacob tuvo temor y se angustió cuando supo que su hermano Esaú venía a su encuentro con 400 hombres. Entonces, tramó un plan (Génesis 32:7) y, luego, envío una caravana de presentes (Génesis 32:14-16) con la esperanza de apaciguar la ira y evitar la venganza de Esaú.

Hasta aquí Jacob confió en sí mismo, no se había rendido ni confiado en Dios. Asumió que su ingenio y experiencia eran suficientes. Pero todo era inútil, Jacob tenía que morir a sí mismo.

II. El Jacob que sigue luchando, pero es vencido por Dios

En la oscuridad y soledad de la noche un Hombre, Jesucristo pre-encarnado, luchó con Jacob hasta rayar el alba (Génesis 32:24).

Jacob resistió al Hombre en lugar de someterse, pero, el Luchador Celestial dislocó la coyuntura de su muslo (Génesis 32:25), humillándolo y haciéndole ver su debilidad e incapacidad para “ayudarse a sí mismo”. No tenía nada a que aferrarse, fue derrotado y quebrado.

El pastor A.W.Pink comenta: “Jacob no estaba luchando con este Hombre para obtener una bendición, sino que el Hombre estaba luchando con Jacob para conseguir un propósito: reducir a Jacob a un sentido de su nulidad, hacerlo ver como una criatura miserable, indefensa y sin valor; era para enseñarnos a través de él la importante lección de que en la debilidad reconocida está nuestra fuerza”.

III. El Jacob que finalmente entiende que solo Dios es la Única fuente de bendición

Jacob ya no puede pelear, sólo puede aferrarse a la Única fuente de bendición, Aquel que siempre tuvo las llaves de su vida en Sus manos.  

No podía seguir sin Dios quién había esperado oír estas palabras: “No te dejaré, si no me bendices”, que en esencia es: “Dios te necesito, separado de Ti, no tengo nada. No son mis caminos. Me aferro a Ti pues solo Tú puedes bendecirme”.

Dios conquistó la naturaleza carnal de Jacob quien recibió un nuevo nombre “Israel”, padre de Judá, la tribu de donde proviene nuestro Salvador y Señor Jesús.  

Amiga, ¿no es tiempo de rendirse completamente a Dios? Él tiene nuestras vidas en Sus manos. Es tiempo de dar un paso al costado y confiar en Su amor.

 

 

 

Oremos:

 

Querido Padre, el día de hoy te pedimos perdón por todas las veces que hemos confiado en nosotras mismas haciendo planes para conseguir lo que queremos. Ayúdanos a rendirnos completamente a Ti, aferrarnos a Tus promesas y descansar en Tu soberanía. En el Nombre de Jesús. Amén.

 

 

Versículos para meditar:

 

Zacarías 4:6 Entonces respondió y me habló diciendo: Esta es palabra de Jehová a Zorobabel, que dice: No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos. (RVR1960)

 

 

 

Para reflexionar:

 

Después de leer esta enseñanza, ¿Cómo habló Dios a tu corazón? ¿Sigues luchando en tus fuerzas? Si lo reconociste, oramos para que Dios te guie a dar los pasos necesarios y someterte a Su Señorío.

Nos encantaría que compartieras tus pensamientos en los comentarios.