En ese momento Dios le abrió a Agar los ojos, y ella vio un pozo de agua. En seguida fue a llenar el odre y le dio de beber al niño. 

Génesis 21:19 (NVI)

Estaba en la tienda de comestibles buscando un caramelo que quitase el sabor amargo de mi boca, aunque siendo honesta intentaba apaciguar la amargura de mi corazón. Con la “solución” en mano, me dirigí a la salida no sin antes buscar el bote de basura para arrojar el desperdicio, pero busqué y busqué por todos lados sin éxito. Aunque el bote estaba justo frente a mis ojos, fue la insistencia y la mano de la vendedora que me hicieron notarlo.

En mi camino de retorno una verdad penetró mi corazón: “¿Cuántas veces dejamos de ver a Dios mismo, que está delante nuestro y a nuestro lado, por enfocar nuestros ojos en las personas, en las circunstancias o en nosotras?”

De hecho, estaba mirando a las personas a mi alrededor, de quienes tuve expectativas, pero fallaron y entonces la decepción nubló uno de mis ojos. También estaba observando y proyectando negativamente mis circunstancias y entonces el desaliento nubló mi otro ojo. Y, por supuesto, miré mi vida con compasión y lástima y entonces la tristeza terminó por enceguecerme. 

Y esto mismo pasó con Agar, la esclava egipcia que entró en escena en Génesis 16 como “el vientre de alquiler” de Sara para procrear el hijo heredero de Abraham. Aunque Dios había prometido bendecirlos con propia descendencia.

Agar quedó embarazada y se desató el conflicto con Sara, entonces huyó al desierto donde fue “encontrada” por el ángel del Señor quien dio dos mandatos: “Vuelve junto a ella y sométete a su autoridad” (v9, NVI) y una promesa: “multiplicaré tu descendencia, que no se podrá contar” (v10, NVI).

Y Agar no solo obedeció, sino que: “Como el Señor le había hablado…le puso por nombre «El Dios que me ve»” (v13, NVI). Y dio a luz a Ismael.

Avancemos a Génesis 21 donde se nos relata el nacimiento de Isaac y la alegría de Sara por la promesa cumplida a pesar de su esterilidad y edad. Isaac creció junto Ismael, su medio hermano, y no paso mucho tiempo para que se encienda un nuevo conflicto. Las burlas de Ismael hicieron que Abraham eche fuera a la madre y al hijo.

De nuevo, encontramos a Agar en el desierto, sin comida ni agua, llorando por la “inminente” muerte de su hijo. Hasta que el ángel de Dios volvió a llamarla: “¿Qué te pasa, Agar? No temas, pues Dios ha escuchado los sollozos del niño» (v17, NVI) para luego recordarle Su promesa: “él tendrá descendencia” (v18) y “abrir sus ojos” para que vea el pozo de agua (v19).

El pozo de agua estaba frente a sus ojos, pero fue incapaz de verlo. Los “ojos” de Agar no solo estaban empañados por las lágrimas sino por el temor, el desaliento y la desesperanza al mirar a las personas, las penosas circunstancias y, tal vez, pensando en lo injusta que había sido su vida. Todo eso hizo que ella olvide al “Dios que la ve” y al Dios que es fiel a Sus promesas.

Y lo mismo ocurrió conmigo, y, tal vez, también contigo.

Tal vez hoy estás mirando a las personas, tus circunstancias o tu propia vida y eso está ocasionando no solo desánimo o desesperanza sino también que olvides que hay un Dios que nos conoce (Salmos 139), que nos llama por nuestro nombre (Isaías 49:1) y que ha prometido nunca dejarnos ni desampararnos (Hebreos 13:5).

Es tiempo de levantar nuestra cabeza y poner nuestros ojos en Dios. Nuestro Ayudador, nuestro Escudo y Fortaleza.

 

Oremos:

Querido Padre, reconocemos nuestra ceguera consecuencia de no enfocar nuestros ojos en Ti. Te pedimos que abras nuestros ojos para verte y recordar Tus promesas y Tu fidelidad.  En el nombre de Jesús, Amén.

 

Versículos para meditar:

 

Salmos 121:1-2, A las montañas levanto mis ojos; ¿de dónde ha de venir mi ayuda? Mi ayuda proviene del Señor, creador del cielo y de la tierra (NVI).

Salmos 16:8-9, Sé que el Señor siempre está conmigo. No seré sacudido, porque él está aquí a mi lado. Con razón mi corazón está contento y yo me alegro; mi cuerpo descansa seguro. (NTV)

 

Para reflexionar:

 

¿Qué o quién está impidiendo que veas a Dios obrando en tu vida? ¿Cómo puedes dejar de poner tus ojos en las personas, en las circunstancias o en tu vida? Te animamos a poner tus ojos en Dios leyendo Su Palabra.

Nos encantaría que compartieras tus pensamientos en los comentarios.