“que te sustentó con maná en el desierto, comida que tus padres no habían conocido, afligiéndote y probándote, para a la postre hacerte bien”

(Deuteronomio 8:16, RVR1960)

¿Alguna vez seremos capaces de entender todo lo que hay en nuestro corazón? Nunca.

¿Y por qué?

“Nada hay tan engañoso como el corazón. No tiene remedio” (Jeremías 17:9, NVI)

¿Y quién puede comprenderlo?

«Yo, el Señor, ¿sondeo el corazón y examino los pensamientos…?” (Jeremías 17: 10a, NVI)

Ciertamente, Dios es el único capaz de detectar, comprender y sacar a la luz lo que guarda nuestro corazón aún en lo más recóndito. A veces, no quisiéramos ni saberlo. Es doloroso y hasta vergonzoso.

…Pero es necesario.

Por mucho tiempo, en mi vida sin Cristo, deambulé mendigando el amor y buscando la aprobación de quiénes me rodeaban porque crecí creyendo que, si sobresalía en algo, si mi rendimiento era excelente, si callaba la boca para no incomodar a nadie sería “amada en retribución” y aceptada por mi “gran valor”.

La falta del amor de un padre y una educación basada en la exigencia sembraron en mi corazón el impulso a buscar el “pan” que las personas “tienen” para ofrecer. Y el resultado: todas lo sabemos, ¿no?

Y la verdad es que, en mi vida con Cristo, aún ese patrón insiste en imponerse.

…Pero, tenemos un Dios que trabaja, SIEMPRE, a favor de Sus hijos.

Recordemos al pueblo hebreo que fue guiado primero al desierto antes de llegar a la tierra prometida. ¿Y por qué un desierto de por medio? Los 400 años en Egipto estaban arraigados en los corazones de los israelitas; se acostumbraron a la comida, ropa, costumbres egipcias e incluso al estilo de vida de los esclavos. Necesitaban una limpieza profunda y radical sin importar el costo asociado.

Y eso mismo tiene que ocurrir en nuestras vidas, Dios va a limpiarnos radicalmente de la vieja vida, aunque eso, al inicio, ocasione un intenso dolor. No obstante, ninguna milésima de segundo ni ninguna lágrima es despreciable en Sus manos.

  1. El desierto es indispensable

“Y te acordarás de todo el camino por donde te ha traído Jehová tu Dios estos cuarenta años en el desierto” (Deuteronomio 8: 2a; RVR1960)

El desierto es el lugar que nos ocasiona dolor, dificultad y espera. Y puede ser la pérdida de un ser amado por muerte o divorcio, una enfermedad crónica, la soledad, la decepción, la responsabilidad de cuidar a alguien por largo tiempo y sin ayuda, la escasez económica, el mismo trabajo demandante por años o lo desconocido. Pasar por el desierto será necesario para conocer íntimamente a Dios y para caminar hacia la plenitud y madurez en la vida cristiana.

  1. Los medios usados en el desierto

“para afligirte, para probarte” (Deuteronomio 8:2b; RVR1960)

La palabra hebrea ānâ (H6031) significa afligir o enviar aflicción como disciplina. Y la palabra hebrea nāsâ (H5254) transmite la idea de examinar, probar o comprobar la calidad de alguien o algo, a menudo a través de la adversidad o las dificultades.

Y fue Dios mismo, quien permitió y envió la aflicción al pueblo, haciéndolos pasar hambre (V3), para su bien.

  1. El propósito del desierto

“para saber lo que había en tu corazón” (Deuteronomio 8:2c; RVR1960)

Sumergirlos en la dura odisea del autoconocimiento para identificar las inclinaciones de su corazón (BLP) o revelar su carácter (NTV).

¿Quiénes somos realmente? ¿Cuál es nuestra prioridad? ¿Qué es lo que verdaderamente da sentido a nuestras vidas? ¿Por qué estamos dispuestas a morir? Preguntas que son resueltas en el desierto con sinceridad, lágrimas y, finalmente, gratitud.

  1. La nueva enseñanza en el desierto

“y te sustentó con maná, comida que no conocías tú, ni tus padres la habían conocido” (Deuteronomio 8: 3a; RVR1960)

Cada mañana, Dios enviaba al pueblo un nuevo alimento que llovía del cielo (Salmos 78:23-24) para enseñarles a depender y a confiar en Él para todo lo que necesitaban, ya no en ellos mismos ni en lo que habían aprendido en Egipto.

  1. La bendición gloriosa del desierto

“para hacerte saber que no solo de pan vivirá el hombre, más de todo lo que sale de la boca de Jehová vivirá el hombre,…para a la postre hacerte bien” (Deuteronomio 8:3b, 16c; RVR1960)

«El alimento de Israel en el desierto fue decretado por la Palabra de Dios. Tenían maná porque venía por orden de Dios; por lo tanto, en última instancia no era el pan lo que los mantenía vivos, sino la Palabra de Dios» (Mac Arthur)

El bien, después de la limpieza a través de la aflicción, es entender que solo Dios es suficiente, profundizar nuestra relación con Él, cultivar nuestra dependencia absoluta en Él y Su Palabra y prepararnos para la siguiente temporada que Él ya preparó de antemano.

Amiga, el menosprecio y decepción de personas que pensé que me amaban son los medios divinos que me afligen hoy pero que me están enseñando a mirar, refugiarme y buscar al Único capaz de satisfacer y llenar mi corazón con todo lo que necesito: Dios. Y estoy confiada que, en el tiempo de Dios, veré el fruto que fue alimentado por las lágrimas que Él mismo permitió para mi bien.

Y asimismo oro por ti.

 

 

Oremos:

Querido Padre, ayúdanos a transitar el desierto no viendo las circunstancias como se ven sino confiando ,que aunque aún no es visible, hay un eterno peso de gloria tras ellas.  Agradecemos Tu amorosa mano que limpia nuestros corazones y las lágrimas. En el Nombre de Jesús. Amén.

 

Versículo para meditar:

2 Corintios 4:16-17 Por tanto, no desmayamos; antes aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día. Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria (RVR1960).

 

Para reflexionar:

¿Qué desierto estás atravesando? ¿La aflicción está produciendo palabras de incredulidad o confianza? ¿Ves algún avance en tu caminar con Dios en este desierto?

Nos encantaría que compartieras tus pensamientos en los comentarios.