“habían tomado cautiva a una muchacha muy joven de la tierra de Israel, y ella estaba al servicio de la mujer de Naamán. Y ella dijo a su señora: «¡Ah, si mi señor estuviera con el profeta que está en Samaria! Él entonces lo curaría de su lepra»” (2 Reyes 5:2-3, NBLA)

Son diversos los personajes de la Biblia que capturan mi atención, específicamente, por la forma como respondieron a las dificultades: Rut fue leal y humilde, Ester fue obediente y Esteban fue fiel hasta la muerte.

Sin embargo, hay una joven que ha podido pasar desapercibida por muchos pero que nos deja una gran lección de perdón y amor: la esclava de Naamán. En 2 Reyes 5, encontramos su historia.

Los arameos (sirios) vivían en guerra con los hebreos y por el designio del Señor, como disciplina para Su pueblo, vencieron gracias a su valiente capitán Naamán. El texto también nos detalla que, si bien era muy rico, poderoso y apreciado por el rey de Siria, sufría de lepra, una enfermedad incurable.

En cierta ocasión estos guerreros tomaron cautiva a una muchacha muy joven de Israel, ella pudo haber sido capturada por el propio Naamán o comprada en un mercado de esclavos, en cualquier escenario, ella fue obligada a convertirse en esclava, lejos de su familia y de todo lo que conocía.

A pesar de ser una joven cautiva, es decir, una esclava forzada, eligió vivir sin rencor con los “culpables” de su situación, no vivió amargada y tampoco olvidó las obras que el Dios de Israel había realizado a través de Sus profetas.

Tal vez, la joven tenía muchas razones para no someterse a Naamán ni a su familia y, además, pudo escoger el silencio deseando que siga enfermo, no obstante, eligió el perdón y el amor al compartir la noticia de que él podía ser sanado.

¡Qué gran testimonio!

A veces, los golpes duros que recibimos o los procesos dolorosos que hemos atravesado han envenenado nuestro corazón con enojo y resentimiento, entonces, tenemos más argumentos negativos que positivos cuando se trata de extender perdón y amor.

Y, aunque, las razones sobren tenemos que recordar que «el amor de Cristo nos impulsa.. para que los que viven ya no vivan más para sí sino para aquel que murió y resucitó por ellos” (2 Corintios 5:14-15, RVA-2015)

1.La joven que aceptó humildemente sus circunstancias

“Ah, si mi señor”.. no son palabras de una esclava desafiante, agresiva o rebelde, por el contrario, de una esclava con un corazón sumiso que asumió la posición que correspondía en ese momento de su vida.

Tampoco vemos indicios de que intentara negociar su libertad o conseguir alguna ventaja, más bien, su ama confiaba en ella porque se lo dijo a Naamán y este habló con su rey para ir en busca de la sanidad a Israel (V4).

Somos hijas de Dios y, al mismo tiempo, sus siervas compradas a un precio altísimo. Si sabemos que Dios está en los cielos y hace lo que le place (Salmos 115:3), ¿no es contra con Dios, nuestro Señor, nuestro enojo o rebeldía por lo que nos ha sobrevenido?

«Humíllense en la presencia del Señor y Él los exaltará» (Santiago 4:10)

2.La joven cuya fe en Dios se doblegó a pesar de sus circunstancias

“entonces lo curaría de su lepra”, palabras de una esclava valiente que anunció a su señora que había un profeta que tenía el poder de curar. Ella conocía al Dios que el profeta Eliseo seguía y adoraba.

Pero, después de lo que había sufrido, ¿Cómo puede seguir confiando en el poder de un profeta del Dios de Israel? ¿Cómo esperar que Dios ayude a otro si no la ayudó a ella?

Su fe no tambaleó y fue evidente en su respuesta direccionada hacia Dios, sus pensamientos no fueron desviados del trono celestial.

Si a ti te hubieran capturado, ¿Dudarías del poder de Dios? ¿Pensarías que Dios no es soberano o que él hay alguien más fuerte que Él? ¿Tú fe seguiría estable?

3.La joven cuyo testimonio guio a otros a Dios

«Y Dios respondió. Pero no respondió devolviendo a la criada a su casa (a menos que Naamán la liberara más tarde). Dios respondió usándola para dar a Naamán la misericordia de la sanidad y la fe salvadora. Dios la usó para dar al pueblo sirio la misericordia de ver Su realidad y gloria. Y Dios usó a esta sierva desplazada para preservar un testimonio de Su misericordia hacia los pecadores que no lo merecían y que ha sido contado a miles de millones de personas durante miles de años» (Jon Bloom)

Naamán fue al encuentro de Eliseo, se lavó en el Jordán siete veces y ¡se curó! (V14), pero lo más importante es que creyó y alabó a Dios «Ahora reconozco que no hay Dios en toda la tierra, sino en Israel» (V15).

Las acciones de una esclava que escogió amar perdonando y buscando el bienestar aún de los que un día “cambiaron” el rumbo de su vida, tal vez, en el fondo siempre supo que fue Dios moviéndose detrás de cada escena.

¡Cuántos corazones incrédulos y endurecidos podrían ser quebrantados al derrochar el amor de Dios depositados en nuestros nuevos corazones! La verdad no lo sabemos, pero lo que sabemos es que somos medios que Dios puede utilizar para alcanzar otras vidas con las “Buenas Nuevas” y esto es un privilegio y, también, una responsabilidad.

 

Oremos:

Querido Padre, te pedimos perdón por las ocasiones donde hemos dejado que el enojo, resentimiento, falta de perdón venzan sobre el amor. Ayúdanos a ver Tu amorosa mano en cada circunstancia de nuestra vida para no dejar de compartir lo que un día hiciste en nuestras vidas. En el Nombre de Jesús. Amén. 

 

 

 

Versículo para meditar:

1 Pedro 4:8 Sobre todo, sean fervientes en su amor los unos por los otros, pues el amor cubre multitud de pecados. (NBLA)

 

Para reflexionar:

¿Qué puedes aprender de esta esclava? ¿Estás aceptando de todo corazón las circunstancias que Dios ha permitido? ¿Te estás comportando de tal manera que los incrédulos crean en nuestro Señor y Salvador?

Nos encantaría que compartieras tus pensamientos en los comentarios.