«Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia»

Colosenses 3:12 (RVR60)

C.S. Lewis escribió “la humildad no es pensar menos de ti mismo, más bien pensar menos en ti mismo”, así de directo y cierto.

Me sentía como una olla a presión a punto de explotar, venía tolerando por meses el mal comportamiento de una joven rebelde y decidí poner punto final. Mis palabras fueron ciertas, pero “sin anestesia” y la madre no podía creer lo que escuchaba.

Mi día continuó con un “aparente alivio” hasta que mi madre me confrontó con amor: “tal vez no entiendas el corazón de una madre, pero lo que has hecho la destrozó; no fue la forma adecuada”.

Simplemente no tomé en cuenta el daño y dolor que podía causar al corazón de una madre, la verdad es que me preocupe solo por mi necesidad dejando de lado el bienestar de los demás.

En Colosenses 3, Pablo describió claramente las características del viejo hombre que debemos desechar (V 1-9) y a partir del versículo 12 nos exhorta a ponernos la nueva vestimenta que corresponden a nuestra nueva naturaleza: “Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia” Colosenses 3:12 (RVR60).

La nueva vestimenta es la conducta que reflejamos y que, en esencia, es la evidencia de que somos nuevas criaturas en Cristo con un nuevo corazón de donde fluyen los frutos del Espíritu Santo.

El verbo vestíos en el idioma griego original “enduo” es un aoristo imperativo que exige una acción efectiva inmediata, incluso urgente. ¡Todos los creyentes deben hacer esto ahora! La idea de vestirse es envolverse con esos rasgos de carácter que reflejan a nuestro Señor.

De todas estas características descritas, una palabra captó mi atención: “humildad”. Si la buscamos en el idioma griego original “tapeinophrosynē” significa literalmente “tener una humilde opinión de uno mismo; un profundo sentido de la pequeñez moral de uno; modestia y humildad mental”.

Por lo tanto, implica pensar o juzgar con humildad, sin pretensión o arrogancia, a nosotras mismas y a los demás.  Y quiero añadir: “no estar preocupada por mí misma o mis necesidades más bien anteponer los intereses de los demás e interesarme por su bienestar”.

No existe un ejemplo de perfecta humildad en la Biblia aparte de Cristo: “Haya, pues, en ustedes esta actitud que hubo también en Cristo Jesús, el cual, aunque existía en forma de Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse, sino que se despojó a Sí mismo tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres” (Filipenses 2:5, énfasis añadido NBLA).

Cristo, Dios mismo, entregó Su vida únicamente por amor a una humanidad incapaz de alcanzar el perdón y salvación por su propia cuenta. Él dejó las glorias del cielo para descender, por pura gracia, a esta tierra llena de pecadores. La necesidad apremiante del ser humano y la obediencia al plan divino fueron Su prioridad.

Y esto me lleva a preguntarme: ¿Cómo puedo ser orgullosa si Cristo fue humilde?

Jonathan Edwards afirmó que “la verdadera humildad no consiste en despreciarnos a nosotros mismos, sino en exaltar a los demás. Si nos concentramos en exaltar a los demás, la humillación de uno mismo ya no será un problema. Si vamos por la vida exaltando a Cristo y a los demás, entonces la verdadera humildad será inevitable”.

Amiga, estaba siendo orgullosa preocupándome por mi misma y había olvidado que hemos sido salvadas para glorificar a Cristo, a través de nuestras vidas, y así alcanzar a otros.

Mirar a la cruz correctamente aplastará nuestro orgullo, ¿Por qué? La cruz revela lo que merecíamos de Dios: el castigo y lo que recibimos de Él sin merecerlo: la gracia.

 

Oremos:

 

Querido Padre, te pedimos perdón por pensar que todo girar alrededor nuestro y no considerar el daño que podemos causar a nuestro prójimo. Ayúdanos a ser testimonio de Tu obra en nuestros corazones desarrollando día a día un carácter humilde. En el Nombre de Jesús. Amén.

 

 

Versículos para meditar:

 

Filipenses 2:3-4, No hagan nada por egoísmo o por vanagloria, sino que con actitud humilde cada uno de ustedes considere al otro como más importante que a sí mismo, no buscando cada uno sus propios intereses, sino más bien los intereses de los demás (NBLA)

Mateo 11:29, Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallareis descanso para vuestras almas (LBLA)

 

 

Para reflexionar:

 

¿Cómo el ejemplo de Cristo puede ayudarte a cambiar tu manera de tratar con las personas? ¿Qué puedes empezar a practicar para pensar menos en ti y más en los demás?

Nos encantaría que compartieras tus pensamientos en los comentarios.