“Al enterarse Faraón de lo que había pasado, trató de matar a Moisés. Pero Moisés huyó de la presencia de Faraón y se fue a vivir a la tierra de Madián, y allí se sentó junto a un pozo” Éxodo 2:15 (NBLA)

Sucede pues, que Moisés no esperó por la guía de Dios, mató impulsivamente al egipcio para salvar al hebreo y fue descubierto. Como consecuencia, fue rechazado por su propio pueblo y los egipcios, se llenó de temor y tuvo que huir al desierto para preservar su vida.

Aunque la motivación pudo ser la correcta, el defender a sus hermanos hebreos de la opresión egipcia, las acciones de Moisés fueron precipitadas y autónomas, conduciendo al pecado más no a la liberación.

Sin duda, Moisés caminaba por vista, apoyándose en su propio entendimiento y sin buscar la dirección de Dios: «Entonces MIRÓ alrededor y cuando VIO que no había nadie, mató al egipcio y lo escondió en la arena» (Éxodo 2:12; énfasis añadido, NBLA)

Tengo que admitir que también he actuado impetuosamente en contra de los “egipcios opresores” que han aparecido en mi camino; un comportamiento fruto de mi falta de paciencia, confianza y dependencia a Dios, sin embargo, tenemos un Dios que no nos deja en la misma condición que nos encontró, sino que toma esas debilidades, trabaja en ellas para brillar a través de ellas y llevarse toda la gloria.

«Dios sacó a Moisés de Egipto, y ahora trabaja para sacar a Egipto de Moisés» (V. Baucham). Y eso mismo tiene que ocurrir en nuestras vidas.

A pesar del error, Dios no abandonó a Moisés y tampoco a nosotras, por el contrario, usó su fracaso para equiparlo para su gran misión en la vida y, además, enseñarle lecciones indispensables que únicamente se aprenden no en el palacio sino en un desierto no planificado y prolongado.

1.Moisés adquirió paciencia

Luego de huir, Moisés se dedicó al cuidado de las ovejas de su suegro (Ex 3:1), pero no fueron años perdidos ya que ni él ni los hebreos ni las circunstancias estaban preparadas para la salida de Egipto hacia la tierra prometida.  

A fin de que ese hombre impulsivo se convierta en un hombre paciente que espere por la guía de Dios se necesito de un desierto y de cuarenta años, ahí el carácter de Moisés fue probado y refinado hasta que llegó a ser el hombre que Dios quería que guiara a Su pueblo.

Muchas de nosotras pasamos por experiencias inesperadas y procesos de espera, a primera vista, largos pero precisamente son el terreno y el tiempo determinado por Dios para hacer una de Sus mejores y mayores obras en nuestro corazón.

«Cada vez que Dios nos pide que cumplamos con cierta responsabilidad, comenzamos un período de espera. Moisés intentó tomar un atajo, pero fracasó, y como resultado pasó cuarenta años en el desierto. Pero en ese tiempo de espera, Dios nos forma y nos moldea. La única manera de enfrentar el reto de la responsabilidad es estar dispuestos a esperar el tiempo de Dios, en toda situación» (C. Stanley)

2.Moisés desarrolló confianza en Dios

El Moisés, de cuarenta años, era instruido, refinado, fuerte, hábil, con entrenamiento militar e influencia política, pero ninguna de esas aptitudes fue suficiente para desempeñar el rol de líder de la nación de Israel (Hechos 7:22).

Moisés tenía que aprender a confiar únicamente en Dios, no en su posición de poder como príncipe tampoco en sus habilidades adquiridas menos en la riqueza de Egipto. La confianza en el poder de Dios sería su principal “arma” para lidiar con el faraón, los enemigos de Israel y los grandes desafíos con el pueblo rebelde y obstinado en los 40 años rumbo a la tierra prometida.

«Lo que le pasó a Moisés puede pasarte a ti. Puedes estar altamente cualificado. Puedes hacer todo lo que esté en tu poder para ser eficaz en el servicio a Dios. Puedes ser sincero en tus deseos. Pero ¿has cumplido la voluntad de Dios en Su tiempo y a Su modo? Muchas cosas parecen buenas en la superficie, pero en realidad son el primer paso en el camino hacia la destrucción. Escucha a Dios. Sigue Su voluntad a Su modo y conforme a Su tiempo» (C. Swindoll)

3.Moisés aprendió sumisión

Las ovejas necesitan cuidados constantes: dirigirlas a lugares seguros, provisionarlas de alimento y agua, protegerlas de los depredadores y curar sus heridas. Por tanto, el oficio de pastor de ovejas, el de clase más inferior en aquella época, cambió el corazón de Moisés a uno receptivo, humilde y comprometido.

Este líder no solo aprendería a aceptar y obedecer la voluntad divina, también, la forma y los tiempos establecidos en el calendario del Soberano. Ni Moisés ni nosotras necesitamos tomar el control actuando como si fuéramos Dios, nuestra responsabilidad y llamado es humillarnos bajo Su poderosa mano.

«Dios destruye la fuerza de Moisés para que aprenda quién tiene realmente el control. Dios no necesita a Moisés; Moisés necesita a Dios. El Señor elige al hombre de 80 años, no al de 40, porque el anciano Moisés sabe que su debilidad es una plataforma para la fuerza de Dios» (C. Brasher)

Amiga, tal vez en este momento te encuentres en una situación similar: en un gran desierto siendo entrenada o sintiendo culpa por tus errores que parecen irreparables, pero hoy es tiempo de recordar que es precisamente el lugar donde estamos el camino hacia la tierra prometida. Confiemos en el proceso y descansemos en las manos del Alfarero.

 

Oremos:

Querido Padre, te pedimos que nuestros corazones puedan ser receptivos y dispuestos a someterse a los desiertos que has incluido soberanamente en Tu plan para nuestras vidas. Ayúdanos a estar agradecidas y satisfechas cualquiera sean las circunstancias sabiendo que estás obrando para Tus buenos propósitos. En el Nombre de Jesús. Amén. 

 

Versículo para meditar:

Salmos 20:7 Algunos confían en carros y otros en caballos, pero nosotros en el nombre del Señor nuestro Dios confiaremos (NBLA)

 

Para reflexionar:

¿Qué lecciones has aprendido en tiempos difíciles que no habrías aprendido sin pasar por éstos? ¿Estás confiando en Dios y a apoyándote en Él?

Nos encantaría que compartieras tus pensamientos en los comentarios.