“Nunca paguen a nadie mal por mal… Amados, nunca tomen venganza ustedes mismos, sino den lugar a la ira de Dios, porque escrito está: «Mía es la venganza, Yo pagaré», dice el Señor” (Romanos 12: 17a, 19, NBLA)

Luego de sentar las bases sólidas del cristianismo con las doctrinas de justificación y santificación, el apóstol Pablo describe en Romanos 12 los principios esenciales para la vida cristiana. Del V 9-13 nos enseña cómo debemos relacionarnos con los demás creyentes y a partir del V14 al 21 amplia el círculo hacia las personas fuera del cuerpo de Cristo.

Y lo llamativo de esta última sección es que es un mensaje contracultural, que no hemos sido llamadas a entender sino a obedecer.

El razonamiento predominante en nuestra sociedad es: «responde con amor si recibes amor y con odio si recibes odio». Lo cierto es que hay un sentido de justicia inherente en nuestra naturaleza que nos impulsa a luchar por nuestros derechos para protegernos y recibir lo que nos corresponde.

No obstante, el cristiano debe nadar contra esa corriente que intenta, a menudo, hundirnos y ahogarnos. Nuestro sello distintivo debería ser: «responde con amor si recibes odio y con bondad si recibes mal».

Pero realmente ¿está reluciendo este sello en nuestras vidas?

Tomo las palabras del apóstol Pablo como respuesta «Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago» (Romanos 7:19, RVR1960)

Es un hecho que ninguna de nosotras estará exenta de agravios, calumnias o humillaciones y es que, lamentablemente, vivimos en un mundo sometido a la esclavitud del pecado donde todos buscan sus propios beneficios a cualquier costo, aunque eso implique «aplastar» a alguien para lograrlo, aun así, Su Palabra es lámpara a nuestros pies.

1.Nunca paguen a nadie mal por mal

El verbo paguen, en griego, «apodidomi» (G591) en este contexto transmite la idea de recompensar en el mal sentido, «devolver» aquello que nos han dado. Es ese espíritu de «me voy a vengar pase lo que pase».

En efecto, nuestra reacción y respuesta natural es responder de la misma manera, pero Cristo quien padeció injustamente nos dejó un ejemplo a seguir: «cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba» (1 Pedro 2:23, RVR1960).

Para esto, necesitamos andar por el Espíritu, es decir, someter nuestra voluntad a Su guía y eso es un entrenamiento del día a día, una cuestión de decisión.

«Tienes que prepararte y predisponerte para hacer el bien cuando venga el mal.  Es un proceso de preparación… de autodisciplina. Una vida disciplinada es una mente planificada en la que todas las reacciones están premeditadas, de manera que cuando surge algo no reacciono con mis emociones a flor de piel porque ya lo he reflexionado, he previsto de antemano, me he preparado con antelación, y si ocurre estoy preparado para responder con bondad.  Esa es la vida premeditada, ordenada, disciplinada» (MacArthur)

2. Nunca tomen venganza ustedes mismos

Venganza es ekdikeō (G1556) que tiene el sentido de castigar, ayudar a otro a obtener justicia o hacer justicia, protegerme o defenderme. Nuestra venganza, por muy justa y justificada que nos parezca, siempre nos traerá consecuencias lamentables.

Entonces, ¿qué es lo que nos corresponde a nosotras? Primero, la orden es: «dar lugar a la ira de Dios» porque solo Dios tiene el derecho de juzgar a otros, así como, la sabiduría y el poder para castigar, como corresponde, a los que han atentado contra nosotras. Él es el Juez justo y recto que no necesita nuestra ayuda… «o sus adversarios pagarán su deuda en el infierno, o se arrepentirán y confiarán en Cristo, de modo que sus deudas fueron pagadas en la cruz». (Piper)

Y segundo: «si tu enemigo tiene hambre, DALE DE COMER; y si tiene sed, DALE DE BEBER» (Romanos 12:20 a, b; énfasis añadido, NBLA)

«La venganza no promueve la paz, sino que incita a los hombres a la hostilidad. La venganza usurpa una tarea que sólo pertenece a Dios. La venganza sucumbe al mal en lugar de vencer el mal con el bien» (B. Deffinbaugh)

3. Porque la venganza es del Señor

«Esta palabra “porque” significa que uno de los motivos para no pagar mal por mal, sino más bien bendecir y servir a vuestros adversarios, es la certeza de que ellos serán castigados por Dios, sino se arrepienten» (Piper)

Está escrito, Dios cumplirá fielmente esa promesa inquebrantable, Él no puede ir contra Su naturaleza santa y justa… «de Dios nadie se burla; pues todo lo que el hombre siembre, eso también segará» (Gálatas 6:7, NBLA)

Amiga, tal vez, alguna vez, como yo, desobedeciste el mandato divino y decidiste hacer justicia ¿En algo mejoró las circunstancias? ¿No trajo culpa, dolor o vergüenza? ¿No manchó nuestro testimonio?

Tal vez hoy es tiempo de arrepentirnos de la autosuficiencia y ser libres del rencor, odio y falta de perdón; de abandonar nuestra ira y dar paso a la ira de Dios. No olvidemos que cuando también fuimos enemigas de Dios y merecíamos todo el peso de Su ira, pero nos perdonó y nos liberó de toda culpa gracias a Cristo.

¡Dejemos todo manos de un Dios capaz y fiel! ¡Confiemos en los resultados sabiendo que Él es el Único que sabe cómo y cuándo hacer justicia! ¡Venzamos el mal con el bien!

 

Oremos:

Querido Padre, te pedimos que nos perdones por las veces que hemos usurpado Tu lugar al querer hacer justicia con nuestras manos. Ayúdanos a vencer el mal con el bien. Pon en nosotros un corazón humilde y obediente que sigue las pisadas de Aquel que murió para que podamos vivir. En el Nombre de Jesús. Amén. 

 

Versículo para meditar:

1 Tesalonicenses 5:15 Miren que ninguno devuelva a otro mal por mal, sino que procuren siempre lo bueno los unos para con los otros, y para con todos.(NBLA)

 

Para reflexionar:

¿Qué es lo que necesitas dejar en manos de Dios? A veces el pecado de la autosuficiencia y falta de confianza en Dios nos impulsan a tomar el asunto en nuestras manos, sin embargo, es tiempo de obedecer Su Palabra y creer en Su promesa.

Nos encantaría que compartieras tus pensamientos en los comentarios.