«Sácianos por la mañana con Tu misericordia, y cantaremos con gozo y nos alegraremos todos nuestros días» (Salmos 90:14, NBLA)

Con mamá solemos orar muy temprano, durante ese tiempo entregamos todo “peso que nos estorba” y, al mismo tiempo, recibimos de lo “Alto” todo lo necesario para correr la carrera que tenemos por delante en las siguientes horas.

Sin embargo, a veces la corremos con tristeza u otra mezcla de emociones, tal vez, olvidando que independientemente de lo que ocurra a nuestro alrededor o en nuestros cuerpos caídos, podemos tener gozo.

De hecho, a lo largo de la Biblia encontramos diversos pasajes que nos exhortan a regocijarnos, pero esto no es algo que va a venir de forma natural, sobretodo, cuando nos presionan y agobian las dificultades por todos lados.

Mientras estudiaba el Salmo 90 escrito por Moisés, el versículo 14 saltó a mi vista e irrumpió mi corazón con un pensamiento contundente: “Tenemos que ser intencionales en avivar el gozo que el Espíritu Santo ha depositado en nuestro interior al recordar y meditar en las misericordias de Dios”.

El teólogo J. Montgomery Boice establece el contexto de este Salmos sobre la base de los acontecimientos ocurridos en Números 20: la muerte de María, la hermana de Moisés; el pecado de Moisés al golpear la roca en el desierto, lo que le impidió entrar en la Tierra Prometida; y la muerte de Aarón, el hermano de Moisés.

Otros comentaristas lo relacionan con Números 14, cuando el pueblo de Dios se rebeló contra Él en el desierto, dudando y temiendo entrar a la tierra prometida.

Cualquiera sea el escenario, nos encontramos a un Moisés que comprendió, por experiencia, cómo estar satisfecho para cantar con gozo y alegrarse cada día; fueron 40 años en el desierto donde experimentó de todo, desde los altibajos y lo efímero de la naturaleza humana, hasta la ira, juicio, fidelidad y amor de Dios. Una realidad relevante y presente en nuestras vidas.

Este Salmos lleno de matices que contrasta la soberanía y eternidad de Dios con la debilidad y lo pasajero del ser humano, nos permite afirmar que, frente a toda circunstancia, la fuente de la verdadera satisfacción es la misericordia de Dios.

«El amor de Dios nos ayuda a recibir e interpretar nuestras circunstancias en lugar de tener nuestros corazones controlados por ellas. En lugar de revisar nuestras agendas y desear un buen día, o crear un plan para tener un buen día, nos fijamos en el amor satisfactorio de Dios que nos ofrece generosamente cada mañana» M. Westerholm

La palabra “misericordia” es ḥeseḏ (H2617) que reúne en sí varios conceptos, por un lado, la bondad de Dios y por otro, la fidelidad al pacto, la justicia y la permanencia. Por lo tanto, más que misericordia es fidelidad, lealtad de Dios a su alianza, a las obligaciones del pacto donde prometió amar y proteger a Su pueblo a pesar de sus faltas. La hesed de Dios describe Su bondad y amor eterno basado en Su gracia y misericordia.

Ciertamente, la satisfacción para vivir con gozo no la vamos a encontrar en este mundo, basta con leer las noticias, tampoco podemos esperar que nuestras circunstancias cambien, probablemente se mantengan o endurezcan. Y no porque el amor de Dios se haya agotado.

Así que lo único que puede proporcionar una sólida satisfacción al alma es haber recibido la «misericordia» del Señor, como cita C.Simeon: «La misericordia, recibida del Señor, es el bálsamo más exquisito de la vida… Nos hace felices en medio de las circunstancias más aflictivas de la vida».

El profeta Habacuc resume perfectamente esto al decir: “Con todo, yo me alegraré en Jehová, y me gozaré en el Dios de mi salvación” (Habacuc 3:18, RVR1960) y el pastor D. Guzik hace lo mismo:

«Moisés entendía que la verdadera satisfacción no se basaba en el dinero, la fama, el romance, el placer o el éxito. La satisfacción se encuentra en la misericordia de Dios, su fiel pacto de bondad para con su pueblo»

Por todo esto, es necesario aprender a usar las palabras de Moisés, cada día, en nuestras oraciones: «Señor, sáciame esta mañana de Ti y tu misericordia para que pueda gozarme este día, aunque pueda estar atravesando los desiertos más duros, los valles más solitarios y los horizontes más inciertos. Mi gozo está en Ti».

Amiga, sea lo que Dios nos haya dado o “quitado”, el hecho de estar despiertas y poder acercarnos a Su trono de gracia es un acto de misericordia. ¿Dónde estaríamos si nunca nos hubiese alcanzado? Condenadas, sin esperanza y sin Él…sobretodo sin Él.

 

Oremos:

Querido Padre, hoy reconocemos que fallamos en recordar Tus misericordias, a veces por enfocarnos en los problemas y otras veces por orgullo al no reconocer que todo viene de Ti. Ayúdanos a meditar y enumerar tus misericordias cada día para vivir con gozo aún en medio de la oscuridad de este mundo. En el nombre de Jesús. Amén. 

 

Versículo para meditar:

Job 1:20-21 Entonces Job se levantó, rasgó su manto, se rasuró la cabeza, y postrándose en tierra, adoró,  y dijo: «Desnudo salí del vientre de mi madre y desnudo volveré allá. El Señor dio y el Señor quitó; bendito sea el nombre del Señor». (NBLA)

 

Para reflexionar:

Te animamos a hacer un inventario de las «misericordias» de Dios cada mañana ya sea que las escribas o que las incluyas en oración. Enfoca tu vista en ellas y aparta tus ojos de lo que está pendiente, incompleto o sin solución aparente.

Nos encantaría que compartieras tus pensamientos en los comentarios.