“Y me dijo el ángel de Dios en sueños: Jacob. Y yo dije: Heme aquí. Y él dijo: Alza ahora tus ojos, y verás que todos los machos que cubren a las hembras son listados, pintados y abigarrados; porque yo he visto todo lo que Labán te ha hecho”

Génesis 31:11-12 (RVR1960) 

Ser una hija de Dios es un regalo inmerecido y, al mismo tiempo, una gran responsabilidad. El nuevo nacimiento es el inicio de una vida donde ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí (Gálatas 2:20).

Y ser una hija de Dios en un ambiente laboral hostil con autoridades que carecen de moral se vuelve más que desafiante. Hemos sido llamadas a trabajar como para Dios (Colosenses 3:23), a Él respondemos, lo que implica muchas veces exponer la verdad y recibir, a cambio, amenazas y rechazo.

“Yo he visto todo lo que Labán te ha hecho”, fue lo que Dios dijo y Jacob escuchó luego de padecer un trato injusto e infame por 20 años. ¡Qué alivio! Dios había visto todo, y eso también aplica en nuestras vidas.

Mi corazón se conforta y se llena de paz. Para una hija de Dios ningún acontecimiento es fortuito o en vano. Su soberanía es nuestro escudo y esperanza.

Jacob salió de la tierra prometida con la bendición de su padre Isaac y fue rumbo a Harán donde vivía su tío. Allí, Jacob sirvió a Labán catorce años por sus dos hijas, Lea y Raquel, que fueron sus esposas, y seis años por el ganado.

En todo ese tiempo Labán recurrió al engaño, no guardó su palabra y trató injustamente a Jacob: “Estos veinte años he estado contigo; tus ovejas y tus cabras nunca abortaron, ni yo comí carnero de tus ovejas. Nunca te traje lo arrebatado por las fieras: yo pagaba el daño; lo hurtado así de día como de noche, a mí me lo cobrabas. De día me consumía el calor, y de noche la helada, y el sueño huía de mis ojos. Así he estado veinte años en tu casa; catorce años te serví por tus dos hijas, y seis años por tu ganado, y has cambiado mi salario diez veces” (Genesis 31:38-41, énfasis añadido, RVR1960)

Labán abusó terriblemente de su posición como padre y propietario de las tierras y el ganado a pesar de que Jacob había servido con todas sus fuerzas (Génesis 31:6) ¿Qué recibió cambio? ¿Quién podría resarcir el daño? ¿Alguien sabía lo que pasaba?

Dios mismo es la única respuesta. Una vez más, habló a Jacob a través de un sueño: “Y me dijo el ángel de Dios en sueños: Jacob. Y yo dije: Heme aquí. Y él dijo: Alza ahora tus ojos, y verás que todos los machos que cubren a las hembras son listados, pintados y abigarrados; porque yo he visto todo lo que Labán te ha hecho” (Génesis 31:11-12, énfasis añadido, RVR1960)

El rostro y los ojos de Dios no perdieron de vista ningún detalle. Sus brazos tampoco perdieron el control.

Dios había sido testigo de todas las injusticias y a pesar de todas las artimañas de Labán para entorpecer y “robar” la bendición de Jacob, Dios prosperó los esfuerzos de su escogido.

Este nuevo encuentro trajo profunda convicción a Jacob de la presencia real y activa de Dios en su vida. Ahora conocía, por experiencia, de Su amor y cuidado, y que, a pesar del trato recibido, de las circunstancias dolorosas, la soberanía de Dios en su vida fue su escudo protector: “y les dijo: Veo que el semblante de vuestro padre no es para conmigo como era antes; más el Dios de mi padre ha estado conmigo. Vosotras sabéis que con todas mis fuerzas he servido a vuestro padre; y vuestro padre me ha engañado, y me ha cambiado el salario diez veces; pero Dios no le ha permitido que me hiciese mal” (Génesis 31:5-7, énfasis añadido, RVR1960).

Dios usó todas esas circunstancias para lograr un propósito mayor y mejor. Jacob regresó a la tierra prometida convertido en un hombre próspero, pero, sobretodo, conociendo al Gran Yo Soy.

Amiga, tal vez pensaste que has sido víctima de personas o circunstancias. Si eres una hija de Dios, Él es tu vindicador. Él ha visto y ha escuchado todo. Espera en Su tiempo y confía en lo que Él hará.

Es en el fuego de las pruebas en donde somos purificadas y moldeadas para cumplir Su perfecta voluntad.

 

 

Oremos:

 

Querido Padre, el día de hoy entregamos cada palabra y hecho cometido injustamente en nuestra contra. Tú lo sabes todo. A cambio de ello recibimos Tu paz y Tu poder para perdonar. En el Nombre de Jesús. Amén.

 

 

Versículos para meditar:

 

Salmos 135:5-6 Porque yo sé que Jehová es grande, Y el Señor nuestro, mayor que todos los dioses. Todo lo que Jehová quiere, lo hace, en los cielos y en la tierra, en los mares y en todos los abismos. (RVR1960)

Salmos 115:2-3, ¿Por qué han de decir las gentes: dónde está ahora su Dios? Nuestro Dios está en los cielos; todo lo que quiso ha hecho. (RVR1960)

 

 

 

Para reflexionar:

 

¿Qué situación injusta trae dolor o desesperanza a tu corazón? Dios te ve. Abre tu corazón a Él.

Nos encantaría que compartieras tus pensamientos en los comentarios.