“Su rival, Penina, la provocaba amargamente para irritarla, porque el Señor no le había dado hijos. Esto sucedía año tras año; siempre que ella subía a la casa del Señor, Penina la provocaba, por lo que Ana lloraba y no comía” (1 Samuel 1:6-7, NBLA)

¿Cómo reaccionas a los comentarios mal intencionados o acusaciones erróneas?

Me gustaría decir que imito al Señor Jesús que como oveja permaneció muda ante sus trasquiladores (Isaías 53:7) y soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba (Hebreos 12:2), pero siendo honesta, activo mi instinto de autoprotección que, a veces, me hace responder con argumentos válidos y, otras veces, me hace colocar barreras invisibles, como el aislamiento, para que no vuelvan a atacarme.

Olvido que, aunque físicamente no tengo a nadie quien pueda defenderme, tengo a un Dios que ha sido escudo alrededor de mí; mi gloria, y el que ha levantado mi cabeza (Salmos 3:3). Todo el tiempo.

A decir verdad, mi problema de fondo es la falta de confianza en Dios que, en palabras, muy ciertas, del pastor MacArthur:

“Es una forma de blasfemia.  En dos sentidos.  Por un lado, si pensamos que Dios no puede ayudarnos, entonces hemos creado un dios que no es el Dios verdadero, y eso es blasfemia.  Hemos creado un dios que no es Dios.  Y, por otro lado, si creemos que Dios podría ayudarnos pero que no lo hará, eso también es blasfemia, porque estamos cuestionando no Su carácter sino Su integridad y Su Palabra”

Y en 1 Samuel 1 encontramos la historia de Ana de quien podemos aprender un modelo de respuesta y confianza.  

Elcana tenía dos esposas, Penina quien tenía hijos y Ana a quien el Señor no le había dado hijos (V5). En esos tiempos, la infertilidad era una de las mayores vergüenzas que una mujer soportaba porque se interpretaba como una maldición divina, así que, Ana tuvo que padecer grandes penurias.

Penina es descrita como su “rival”, ṣārâ (H6869), que en el hebreo original significa mucha tensión o estrés psicológico y espiritual. La raíz de esta palabra se asocia con acoso y tormento engendrados por un enemigo y, por tanto, habla de verdadera penuria, adversidad, aflicción, tribulación y problemas. Esta mujer la “provocaba” (H 3707), es decir, la irritaba, agitaba e incitaba su corazón al enojo.

Sin embargo, Ana no se comportó como yo; ella soportó por años las provocaciones de Penina, dejando en manos de Dios su dolor.

1.El dolor es innegable, inevitable e indispensable

“Entonces Elcana su marido le dijo: «Ana, ¿por qué lloras y no comes? ¿Por qué está triste tu corazón?” (V8)

Aunque en esta vida enfrentaremos sufrimientos, para los creyentes, hay esperanza, propósito y ganancia detrás de cada uno de estos. No podemos negar o reprimir nuestras emociones, el problema es aprender a lidiar apropiadamente con ellos. Es válido recurrir a personas piadosas y sabias, pero, en última instancia, es Dios quién conoce nuestros corazones, pensamientos y las razones de cada acontecimiento.

Ana derramó su alma delante del Señor (V15), Aquel que fue tentado en todo como nosotros, pero sin pecado (Hebreos 4:15). Y nosotras también podemos hacerlo con confianza ante Su trono de gracia.

 «¿Por qué debía Penina (quien parecía tener mal carácter) ser bendecida con hijos, y Ana (quien parecía tener buen carácter) ser maldecida con esterilidad? A menudo, no entendemos los caminos de Dios, hasta que Él ha terminado y cumplido su propósito. Ana (su nombre significa gracia) tiene una matriz estéril, pero un espíritu que da fruto. ¡Dios va a usar a esta mujer!» (Guzik)

2.Pero es una cuestión de decisión si nos mantenemos o no en ese estado de ánimo

“Pero Ana se levantó (V9)” y fue al templo del Señor.

Las Escrituras no dicen que Ana se sintió mejor y fue al templo, aunque estaba triste y su situación era la misma tuvo la determinación de buscar al Señor: “muy angustiada, oraba al Señor y lloraba amargamente” (V10).

A veces, el dolor puede consumir nuestras fuerzas y sentimos que no es posible tan siquiera pronunciar una palabra en oración…recordemos a Asaf: “Mi carne y mi corazón pueden desfallecer, Pero Dios es la fortaleza de mi corazón…” (Salmos 73:26)

3.Si comprendemos y aceptamos que Dios es soberano entonces tendremos confianza absoluta

“«Oh Señor de los ejércitos, si te dignas mirar la aflicción de Tu sierva, te acuerdas de mí y no te olvidas de Tu sierva, sino que DAS UN HIJO a Tu sierva” (V11; énfasis añadido)

Ana entendió que Dios es el que da y el que quita (Job 1:21), que nada está fuera de Su alcance. ¿Y cómo lo sabemos? Su oración fue una demostración de sumisión a la voluntad divina y confianza en Su soberano plan para su vida.

«Si quieres permanecer estable en los momentos difíciles de la vida, eso debe surgir de una desconfianza absoluta en ti mismo y de una confianza total en el Dios soberano de gracia y poder.  Si confías en ese Dios, permanecerás estable» (John MacArthur)

Amiga, Ana hizo lo correcto lloró, oró, sometió sus deseos y dejó la situación por completo al Señor, Su protector. La tristeza de su corazón fue desplazada por la confianza (V18) en Dios.

Tal vez hoy estás lidiando con una situación similar, confía y déjalo en manos de Dios.. Él está en control de todo en tu vida para Su gloria y tu bien…

 

 

 

 

Oremos:

Querido Padre, te pedimos que nos ayudes a desarrollar una firme confianza en Ti basada en una comprensión profunda de Tu carácter. Ayúdanos en nuestra incredulidad. En el Nombre de Jesús. Amén. 

 

Versículo para meditar:

1 Samuel 2:1 Entonces Ana oró y dijo: «Mi corazón se regocija en el Señor, Mi fortaleza en el Señor se exalta; Mi boca habla sin temor contra mis enemigos, Por cuanto me regocijo en Tu salvación (NBLA)

 

Para reflexionar:

Ana dejó atrás su tristeza, no cuando cambiaron sus circunstancias, que todavía eran las mismas, sino después de verterle su alma al Señor. A causa de su tristeza, ella se pudo conectar con Dios al nivel más profundo que había experimentado en su vida (C. Stanley).

¿Qué lección puedes aprender de esto? Nos encantaría que compartieras tus pensamientos en los comentarios.