“Pero las parteras temían a Dios, y no hicieron como el rey de Egipto les había mandado, sino que dejaron con vida a los niños” Exodo 1:17 (NBLA)

El “deseo de aprobación” es algo con lo que he tenido que lidiar constantemente, sin duda, fue la falta de amor en mi niñez la que hizo que mi corazón tema al rechazo y desprecio de las personas.

Precisamente esa necesidad de aprobación creó un patrón de pensamientos que iban desde “me van a querer si hago todo lo que me piden” hasta “me van a querer si me quedo callada, aunque quiera decir algo”.

Temía a las personas, sus comentarios y reacciones negativas y temía no ser aceptada, en consecuencia, caí en un círculo vicioso de decidir en contra de lo que sabía que era correcto. Lo que importaba era “ser parte del grupo” y “agradarles a todos”.

Y aún como creyente, con un nuevo corazón, una nueva vida y un nuevo Señor, la lucha por la aceptación quiere imponerse y, puedo afirmar, que es más intensa, ya que, vivimos en un mundo en total y abierta oposición a Dios, Su Palabra y Sus hijos. Resulta claro que el no amoldarnos a la corriente de este mundo traerá rechazo.

En Éxodo 1, encontramos la historia de dos mujeres que actuaron con audacia y valentía frente a un peligro real e inminente con el fin de honrar a Dios antes que al hombre.

El faraón de Egipto en su afán de acabar con la prosperidad del pueblo hebreo implementó una serie de medidas opresivas y esclavizantes, sin embargo, ellos se multiplicaron y crecieron mucho más (V8-14).

Entonces, ordenó a Sifra y Puá, que eran las parteras de las mujeres hebreas, asesinar a los bebés varones durante el parto (V15-16): “si es un hijo, le darán muerte, pero si es una hija, entonces vivirá”.

1. Las parteras temieron a Dios y no a los hombres

«Pero las parteras temían a Dios, y no hicieron como el rey de Egipto les había mandado, sino que dejaron con vida a los niños» (V17)

En este contexto la palabra “temor” (yare) transmite la idea de reverencia y profundo respeto, una respuesta total de honra al Señor. Salomón escribe que «El temor de Jehová es aborrecer el mal» y las parteras aborrecieron el mal de asesinar a los bebés hebreos.

El faraón tenía temor a los hebreos y eso lo llevó a tomar decisiones erróneas, en contra de Dios, del Creador y Dador de vida; por otra parte, las parteras hebreas no temieron al faraón, o si lo hicieron, conocían a alguien mucho más poderoso a quien “temer”.

En efecto, el temor al hombre nos tiende trampas que nos zambulle en las aguas profundas del pecado, nos roba el contentamiento y la paz, obstaculiza nuestra comunión con Dios y empaña nuestro testimonio acerca de Cristo.

Ellas probablemente temían a Faraón y su poder, pero ellas temieron a Dios más. Para ellas la decisión era clara. El gobierno civil demandaba algo que estaba claramente en contra de los mandatos de Dios. Las parteras hicieron lo correcto: obedecieron a Dios en lugar de a los hombres. (Guzik)

2.Las parteras hicieron lo correcto incluso cuando se les ordenó hacer lo incorrecto

«El rey de Egipto hizo llamar a las parteras y les dijo: «¿Por qué han hecho esto, y han dejado con vida a los niños?» (V18)

La más alta autoridad de Egipto dio una orden, Sifra y Puá pueden haberse sentido aterrorizadas por las consecuencias a causa del desacato, no obstante, reconocieron que Dios estaba en un lugar más alto.. Aquel cuyo trono es el cielo y cuyo estrado es la tierra.

Si el gobierno o las personas nos dicen que hagamos algo en contra de la voluntad de Dios, nosotros debemos de obedecer a Dios primeramente; así como Pedro y los apóstoles que respondieron: «Debemos obedecer a Dios en vez de obedecer a los hombres» (Hechos 4:19, NBLA)

El creyente es ciertamente llamado en la Biblia a respetar la autoridad legítima del gobierno, pero nunca, nunca es el creyente llamado a obedecer un mandato que viola directamente la ley de Dios. Y cuando se le pone en ese dilema, el creyente no tiene otra opción que temer a Dios antes que a los hombres. Eso es precisamente lo que hacen estas mujeres valientes, piadosas, valerosas y fieles (L. Duncan)

3.La obediencia a Dios trae verdadera bendición

«Dios favoreció a las parteras; y el pueblo se multiplicó y llegó a ser muy poderoso. Y por haber las parteras temido a Dios, Él prosperó sus familias» (V20-21)

Se cree que las mujeres que ejercían la profesión de parteras no podían tener hijos por lo que Dios recompensó su fidelidad dándoles un hogar. Dios bendijo a las parteras concediéndoles hijos.

Aunque mintieran, no es por su engaño por lo que son elogiadas, sino por su negativa a quitar la vida a los niños, regalo de Dios. Su reverencia por la vida surgió de su reverencia por Dios, el dador de vida (Éxodo 20:12, 13), y por ello fueron recompensadas con familias (S. Cole)

Amiga, el conocer a Dios a través de Su Palabra y una íntima comunión hará que nuestro amor por Él crezca cada vez más y eso cultivará en nuestro corazón el deseo de agradarle, obedecerle y honrarle en cada momento, en cada área de nuestras vidas, por encima de todo y de todos.

 

Oremos:

Querido Padre, perdónanos por las veces que no hemos obedecido Tu Palabra y que te hemos desplazado por temor al hombre. Perdónanos por las veces que no te hemos puesto en el primer lugar. Ayúdanos a temerte solo a Ti. En el Nombre de Jesús. Amén. 

 

Versículo para meditar:

Proverbios 29:25 El temor del hombre pondrá lazo; Mas el que confía en Jehová será exaltado.(RVR1960)

 

Para reflexionar:

¿Qué te ha enseñado la historia de Sifra y Puá? ¿Hay algo o alguien en tu vida que temas más que a Dios?

Nos encantaría que compartieras tus pensamientos en los comentarios.