“Siervos, obedeced a vuestros amos terrenales con temor y temblor, con sencillez de vuestro corazón, como a Cristo; no sirviendo al ojo, como los que quieren agradar a los hombres, sino como siervos de Cristo, de corazón haciendo la voluntad de Dios; sirviendo de buena voluntad, como al Señor y no a los hombres, sabiendo que el bien que cada uno hiciere, ese recibirá del Señor, sea siervo o sea libre. Y vosotros, amos, haced con ellos lo mismo, dejando las amenazas, sabiendo que el Señor de ellos y vuestro está en los cielos, y que para él no hay acepción de personas”

(Efesios 6:5-9, RVR1960)

Mi oración tuvo la motivación correcta: necesitaba tiempo para prepararme y servir mejor a Dios; así que oré por un nuevo trabajo con menos funciones y en nuevo lugar, pero Él respondió de otra manera: designó una nueva jefa que me dio más y nuevas responsabilidades y me quedé en el mismo lugar.

Ella, una mujer enfocada en la productividad, empezó a colapsar mis días de demandas, por lo que mi cuerpo agotado y mi corazón enojado la culparon. Entonces, mi mala actitud comenzó a notarse.

A.W.Tozer cita en su libro “La raíz de los justos” la historia de S. Rutherford que exclamó: «Alabado sea Dios por el martillo, la lima y el horno».

“..El clavo solo conoce al martillo como un oponente, un enemigo brutal y sin misericordia que vive para golpearlo hasta su rendición. La lima es aún más dolorosa, ya que su función es corroer el metal blando, raspando y carcomiendo los bordes hasta que haya moldeado el metal a su voluntad. Y el horno, es el peor de todos. Despiadado y salvaje. Solo se calma cuando derrite y vuelve cenizas todo lo que tiene que arder”

..”Pero El clavo olvida que tanto él como el martillo son siervos del mismo obrero. Es el maestro y no la lima quien determina como trabajará con el metal”.

Mi jefa no era culpable, ella solo era el martillo, la lima y el horno; controlados por la soberana mano de Dios. Así que, mi mala actitud ofendió, principalmente, al Dios que amo y sirvo.

Siervos, OBEDECED a vuestros amos terrenales con temor y temblor, con sencillez de vuestro corazón, COMO A CRISTO; no sirviendo al ojo, como los que quieren agradar a los hombres, sino COMO SIERVOS DE CRISTO, de corazón haciendo la voluntad de Dios; sirviendo de BUENA VOLUNTAD, COMO AL SEÑOR y no a los hombres, sabiendo que el bien que cada uno hiciere, ese recibirá del Señor, sea siervo o sea libre. Y vosotros, amos, haced con ellos lo mismo, dejando las amenazas, SABIENDO QUE EL SEÑOR DE ELLOS Y VUESTRO ESTÁ EN LOS CIELOS, y que para él no hay acepción de personas” (Efesios 6:5-9, énfasis añadidos, RVR1960)

¿Qué nos enseña el pasaje de hoy?

1.Un mandato principal

Obedeced a vuestros amos.

2.El tipo de obediencia aceptada

Como a Cristo.

Como siervos de Cristo.

Como al Señor.

3.La actitud que NO debo tener

No sirviendo al ojo solo para agradar a los hombres.

4.Las actitudes que SI debo tener

Con temor y temblor.

Con sencillez de vuestro corazón.

De corazón haciendo la voluntad de Dios.

Sirviendo de buena voluntad.

5.La razón de obedecer el mandato

El Señor de los siervos y de los amos es UNO y está en el cielo.

La palabra “buena voluntad” (G2133) es “eunoia” en el griego original y describe una actitud positiva demostrada en una relación, buena actitud, entusiasmo de corazón o disposición. Eunoia describe un esfuerzo espontáneo, con prontitud, que no es forzado, sino que está dispuesto por el bien del otro.

Wayne Barber añade: “La palabra «buena voluntad» es una palabra interesante. Viene de dos palabras. Una significa la capacidad de entender y la otra significa bien o bueno. Así que significa con un buen entendimiento, con buena percepción. Se usa para describir a una persona cuyo carácter en su conjunto es honorable y pacífico”.

Es un hecho, que nuestra actitud en el centro laboral dependerá de donde tengamos la vista puesta: el trabajo es para el Señor (con S mayúscula), independientemente quien sea el jefe, las demandas y responsabilidades.

¿Cómo le gustaría al Señor que haga esto? ¿Cuándo le gustaría al Señor que esto se hiciera? ¿Cómo traerá esto honor a Su Nombre?

La verdad es que tenemos un mandato: “Obedecer a nuestros jefes con placer y entusiasmo, con disposición y prontitud, sin murmurar o de mala gana, considerando sus intereses y bienestar como si fueran nuestros”.

Y mientras escribo estas líneas oro a Dios para disponer mi corazón a la obediencia sincera e inmediata, y pido ayuda al Espíritu Santo: Para cumplir con las interminables demandas porque provienen de Dios. Para respetar los plazos ajustados porque están establecidos por Dios. Para responder con amabilidad las correcciones porque sirvo al Señor de los cielos y de la tierra.

Amiga, que cuando acabe el día podemos decir: “Señor esto hice hoy para Ti, ¿es de tu agrado?»

 

 

Oremos:

Querido Padre, gracias por tu Palabra que es útil para enseñar, para redargüir, para corregir y para instruir en justicia. Te pedimos perdón por no tomar en cuenta Tu mandato de obedecer a nuestros jefes. Te pedimos perdón por nuestra mala actitud que mancha nuestro testimonio acerca de Ti. Ayúdanos a honrarte con nuestra buena disposición. En el Nombre de Jesús. Amén.

 

Versículo para meditar:

Hebreos 12:28-29 Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia; porque nuestro Dios es fuego consumidor. (RVR1960)

 

Para reflexionar:

¿Qué actitudes hacia tu jefe debes corregir? ¿Qué actitudes podrías empezar a cultivar? ¿Qué preguntas puedes plantearte día a día para recordar que tu trabajo es para Dios?

Nos encantaría que compartieras tus pensamientos en los comentarios.