Una cosa he pedido al Señor, y esa buscaré: Que habite yo en la casa del Señor todos los días de mi vida, Para contemplar la hermosura del Señor y para meditar en Su templo (Salmos 27:4, NBLA) 

Recuerdo que en mis primeros años de creyente incluía con regularidad en mis oraciones las palabras de David: «una cosa te pido Señor, que permanezca en Tu presencia y si hay algo o alguien que me aparte de ella no me lo des o sácalo de mi vida». Mi corazón estaba convencido que no había mayor tesoro y deleite que estar continuamente en Su presencia.

Los años pasaron, y como es usual en esta “escuela de la fe” las pruebas se fueron encrudeciendo. Indudablemente, Dios tiene que limpiarnos y probarnos para que podamos crecer, así como lo hizo con Su pueblo en el desierto: “Y te acordarás de todo el camino por donde te ha traído Jehová tu Dios estos cuarenta años en el desierto, para afligirte, para probarte, para saber lo que había en tu corazón, si habías de guardar o no sus mandamientos” (Deuteronomio 8:2-4, RVR1960).

El caso es que, en estos últimos tiempos, cuando la aflicción incluso aquejó mi salud, mis oraciones fueron un reflejo de un único deseo: ser libre de ella, olvidando que, sin importar las circunstancias o mis sentimientos, lo único que necesitaba pedir y buscar era estar cerca de Dios.

En el Salmos 27 encontramos al rey David enfrentando a una serie de peligros y aunque no es posible afirmar con seguridad a qué período de su vida corresponde, sabemos que paso por muchos de estos.

Nótese la intensidad del conflicto:

  • Los malhechores vinieron «a devorar» (V2).
  • Tenía adversarios y enemigos (V2).
  • Un ejército «acampó contra él» (V3).
  • Una guerra se había levantado «contra él» (V3).

¡Qué escena tan atemorizante! ¡No eran posibilidades, eran realidades!

Si hubiera pasado por lo mismo, probablemente mis palabras hubieran sido «Una cosa te pido Señor, y es algo que busco ¡sácame de estas dificultades!»

El rey David no pidió, victoria sobre sus enemigos o que Dios solucione sus problemas de inmediato o un plan de batalla efectivo; él pidió todo lo contrario:

«El deseo más profundo de David, su única cosa, no es la seguridad, dominio militar o prosperidad. David quiere a Dios, estar cerca de Dios, ver y estar satisfecho con la gloria de Dios, y vivir según la sabiduría y la guía de Dios» J. Bloom

Como puede observarse en esta frase: “Una cosa he pedido al Señor, y esa buscaré” el tiempo pasado «he pedido» se combina con el futuro «buscaré» con el objetivo de expresar un ferviente anhelo que se prolonga a lo largo de toda la vida, una prioridad constante, aunque las cosas de este mundo intenten hacernos tropezar y desviar nuestro enfoque de Dios, y aunque las circunstancias intenten sofocar las verdades de Dios. Constantemente; hasta el fin.

Además, el deseo de David tiene tres dimensiones:

  • En primer lugar, habitar con Dios: Tener comunión ininterrumpida con Él, tener intimidad con el Todopoderoso. Permanecer en Cristo.

«Habitar en la casa del Señor, vivir en Su presencia todos los días de tu vida, te dará la perspectiva y la posición que necesitas para lidiar con lo que sea que esté sucediendo a tu alrededor» Nancy DeMoss

  • Segundo, contemplar la hermosura de Dios: Significa estar emocionalmente cautivado por Dios mismo, Su persona y carácter.

«En el tabernáculo y en el templo había una manifestación del carácter de Dios que no se veía en ninguna otra parte. Todo el culto estaba adaptado para exponer Su grandeza, gloria y gracia. Se presentaban a la mente grandes verdades, apropiadas para levantar, consolar y santificar el alma; y era en la contemplación de esas verdades que el salmista procuraba elevar y purificar su propia mente, y sostenerse en los problemas y perplejidades de la vida» A. Barnes

  • Tercero, meditar en Dios: Se refiere a buscar instrucción, además de conocer la mente y voluntad de Dios logrando así que nuestras mentes se iluminen, nuestras dudas se disipen y nuestros corazones se fortalezcan.

«Cuando inquieres en Su templo [o meditas], vives en Su presencia. Contemplas Su hermosura, y luego inquieres en Su templo [o meditas], pidiéndole sabiduría para los momentos difíciles por los que estas pasando, para las relaciones difíciles. Él es la fuente de toda sabiduría. El Señor Jesús es la sabiduría de Dios, y es un Buen Pastor, y sabe cómo guiar a Su pueblo por senderos de justicia por amor a Su nombre» Nancy DeMoss

Amiga, la verdadera libertad, la que importa, viene al acercarse a Dios, dondequiera que estemos y cualesquiera que sean la circunstancias. Ser conscientes de Su presencia nos capacita porque Él es nuestra luz y salvación, la fortaleza de nuestras vidas, la fuente de toda sabiduría. En Su presencia hay plenitud de gozo (Salmos 16:11) y estar cerca de Dios es nuestro bien (Salmos 73:28).

Es mi oración que no nos dejemos abrumar por el peso de las responsabilidades, que no busquemos mitigar u olvidar nuestro dolor como lo hacen las personas de este mundo, que no pidamos por ser libres de las pruebas, más bien, que nuestra prioridad en medio de cualquier temporada de nuestra vida sea esa misma única cosa que pidió David. 

¿Es este también tu deseo?

 

 

 

 

 

Oremos:

Querido Padre, una cosa te pedimos hoy: Que habitemos en Tu casa todos los días de nuestras vidas, para contemplar Tu hermosura y meditar en Tu Palabra. En el nombre de Jesús. Amén. 

 

Versículo para meditar:

Salmos 73:28 Pero para mí, estar cerca de Dios es mi bien; en Dios el Señor he puesto mi refugio para contar todas Tus obras (NBLA)

 

Para reflexionar:

Haz una pausa y analiza tus oraciones, ¿En qué se enfocan? ¿Qué estás pidiendo? ¿Qué están reflejando?

Nos encantaría que compartieras tus pensamientos en los comentarios.